RACIMO

Fue tu palabra el espejo
que rescató de mi olvido
aquel brillante reflejo
de un breve sueño prohibido.
¡Tantos dobleces, tan viejo,
abandonado y perdido!
Transformado en el pellejo
de mi poema dormido,
falto de aliento, perplejo,
murió sin haber nacido.
En este pliego te entrego
la flor marchita de un niño
y su temblor cuando el beso
quedó preso, sin cariño.
Aún siendo tarde te ruego
que lo desdobles con mimo
y lo leas, para luego
hacer con él un racimo,
que sea pasto del fuego
con mi recuerdo y tu olvido.
M.A.W. 19 de Abril del 2004®
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